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En prosa y verso | ||
Fran García,
escritor, guionista y columnista en Diario de Almería![]() ![]() ![]() ![]() |
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Música: Ku-Minerva.
ALAS PARA
VOLAR Cuando era niña, en la década del año 1970,
aquella muñeca de cristal de cabello solar y mirada celestial estaba
jugando en el interior de la iglesia de Las Salinas, icono cultural y
turístico de Cabo de Gata (Almería), saltando de un escalón a otro, ya
que las escaleras que desembocaban en el nivel superior del siniestro
templo estaban rotas por aquel entonces. Durante el impulso previo a uno de los saltos, y
siendo consciente de su fallo de cálculo en cuestión de milésimas de
segundo, la joven M. L. notó cómo un extraño empujón la salvó de una
caída segura a aquel precipicio. Fue tras aquel momento cuando juró que,
si algún día se casaba, sería en aquella iglesia, arreglada o sin
arreglar. De hecho, terminó casándose en ella sin
reformar, en los años 90; incluso pintando con cal los desperfectos más
grandes que presentaba, por aquel entonces, aquella obra del arquitecto
diocesano, Enrique López Rull, levantada en el año 1907, financiada por
una familia adinerada, propietaria de varias explotaciones salineras; la
Familia Acosta, herederos de Doña Isabel Oliver y de Cueto. M. L. creía y sigue creyendo en la actualidad
que, quien la salvó de aquella muerte segura, fue el Arcángel San
Miguel. Sin embargo, desde entonces, nunca ha conocido el lado oscuro de
aquel extraño y atrayente lugar; aquella semilla del mal de la que
fueron testigos sus ahora reformados muros en el año 2011, y que jamás
ha conseguido esclarecerse del todo. ¿Fue realmente San Miguel quien la
salvó? ¿O quizá fue Azazel: fuente de engaño a través de la esperanza;
falsa luz que prorroga la vida a cambio de la eterna tortura del alma;
oscuridad infernal camuflada al alba? Hoy, como desde el
día de su boda, sus aún sensuales labios agrietados, embutidos en carmín
granate, saborean lentamente un café con intenso aroma a incertidumbre,
mientras escucha sutilmente, una y otra vez, la canción “Volando
sola” de Ku-Minerva en el porche de
estilo neoclásico de su actual vivienda en Suiza. Sus ajadas y dolidas manos, cual impronta del
tiempo, retoman un reciente regalo literario que no deja de robarle el
sueño, convirtiéndose en su lectura ritual y enfermiza: el compás del
diablo.
Autor: Fran García
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